Durante mucho tiempo, viajar era casi sinónimo de compartir la foto perfecta: el ángulo ideal frente al monumento famoso, el filtro bonito, la sonrisa bien calculada. Y sí, era emocionante recibir likes, comentarios y reacciones. Pero últimamente algo está mejorando. Cada vez más jóvenes mexicanos están buscando algo diferente: destinos menos “instagrameables” y más viajes auténticos.
¿La razón? Es una mezcla de muchas cosas, pero sobre todo de una necesidad de reconectar con lo que el viaje realmente significa. Menos poses, más momentos. Menos likes, más experiencias.
EL CANSANCIO DE LO PERFECTO

Después de años de ver los mismos lugares una y otra vez en redes sociales, es natural que aparezca el cansancio. ¿Cuántas veces se puede ver la misma toma de una calle color pastel o de una alberca infinita antes de que pierda la magia?
Muchos viajeros jóvenes ya no buscan replicar lo que han visto, sino descubrir lo que nadie más ha mostrado. Lo auténtico está ganando terreno frente a lo popular. Es una forma de sentirse más libre, más presente, más uno mismo.
LA BÚSQUEDA DE EXPERIENCIAS MÁS PERSONALES
Ir a un lugar que no tiene millones de etiquetas en Instagram tiene su encanto. No hay presión para capturar la foto perfecta, ni fila para tomarse una selfie. Hay tiempo para observar, para platicar con la gente del lugar, para probar algo nuevo sin pensar si “vale la pena subirlo a historias”.
En estos destinos más tranquilos, el viaje se vuelve algo personal. No es para presumir, es para vivirlo.
CONECTAR EN LUGAR DE DOCUMENTAR

Algo que también está influyendo es el deseo de muchos jóvenes de desconectarse un rato del ritmo digital. Apagar el celular, aunque sea unas horas, y conectar con el presente. No todo tiene que ser documentado para ser válido. Hay momentos que se guardan mejor en la memoria que en la galería. Otra forma de viajar de forma distinta es a través del turismo deportivo, conoce más aquí.

En lugar de buscar wifi, algunos prefieren buscar silencio. En vez de pensar en hashtags, piensan en lo que están sintiendo en ese instante. Y eso también es una forma de viajar.
MENOS FILTROS, MÁS HISTORIAS
Los destinos menos conocidos tienen una ventaja: sus historias no vienen prefabricadas. Puedes descubrir cosas nuevas sin expectativas, sin comparaciones. Cada calle, cada comida, cada conversación es una sorpresa. No tienes que encajar en una narrativa de “viaje perfecto”, porque nadie está esperando que cuentes nada.
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